A continuación el poema completo:
“En la inmensidad del universo la infinita mirada de Dios se distrajo un instante de la hecatombe mundial. Era la primera guerra. Aunque allí no existen tiempos, dejó por un momento las imágenes del desastre y se posó en el Abasto.
Con un haz de luz cruzando la vía láctea, dio a un ser del barrio su divino mandato.
Le dijo:
“Titilan las estrellas de la esquina de la casa de tu vieja,
sonríe este cielo porque va a amanecer para que puedas nacer vos, vos,
aire de barrio extractado en un fuelle para que en Buenos Aires melle
tu gordura de amor y silbando el dolor irás saltando muelles
para trampear a las leyes del fracaso traidor.
En tu cuna con farol pongo un pañal de partituras
para estampar en tu figura la armonía celestial
y la alegría colosal de tu atrevida ternura,
inocencia y bravura que nació del arrabal.
Gordo de calles, veredas y estrellas
tendrás marchas sin querellas
desde Pompeya a Japón
y por tu gran corazón a cada una de ellas
bajarás en cada huella con tu solo bandoneón.
Harás de cada Marabú un santuario
y pondrás un campanario en los Tibidabos oscuros
y pinttarás en sus muros las notas de sonar,
la dulzura con que cuidar a los que perdieron el rumbo
Te daré una voz, finita, modesta, chiquita,
para que solo hables con tu bandoneón,
un Polaco pintón, un Floreal ruiseñor,
un Rivero, un Rufino, la Verón y un Marino
y un saco de asfalto fino para taparte las alas mejor.
Te pondré una Zita compañera
y los versos de primera del mejor escritor
un Gato arreglador para levantar la rivera
el Abasto y la Costanera para darte color.
Te daré los pies de madrugada,
esa hora sagrada en la que haz de volver
y lo harás de pecho ancho después que bailen los muchachos
y los hagas renacer.
Gordo, Gordo, Gordo! Nacé, nacé hoy,
tocá la vida, tocame a mí, hacelo hoy”.