Luján Arrieta de 34 años y Pablo Marchetto de 45, dejaron a sus hijos de 2 y 7 años junto a sus abuelos para evitarles el contagio. “Fue una decisión dura pero necesaria, por el riesgo de nuestro trabajo”.
La pareja trabaja en el área de comunicaciones del SAME y al notar que “el coronavirus revoloteaba cerca nuestro” se aislaron de sus hijos. Así pasaron dos meses sin verlos “en vivo y en directo”, hasta hace apenas unos días, cuando la casa de Ciudad Evita recobró “algo que nos faltaba a todos, el estar cerca…”, cuenta la madre.
“Cada tanto nos acercábamos a la puerta de lo de mis papás y nos veían a través de la reja. A lo lejos”, narra la mujer y agrega: “Fue una decisión muy difícil la de dejar a los chicos. Cada tanto nos acercábamos a la puerta de lo de mis papás y nos veían a través de la reja. A lo lejos. Siempre con mucho sufrimiento, pero sabiendo que era lo mejor para ellos. Queríamos protegerlos. Nuestro bastón para seguir adelante siempre fueron los chicos”.
De noche grababan cuentos y esa interacción los mantenía cerca. A grandes y chicos. “Esos juegos nos ayudaron a seguir en un momento tan duro. Sí, eso: nos ayudaron a seguir… Era lo que teníamos que hacer por nuestro trabajo. Estamos expuestos al virus. Fue una decisión fuerte y nos pareció que había que tomarla”, explica Pablo y añade: “Extrañábamos los ruidos de la casa”, se ríen a la distancia. “Llegar y que esté sola, vacía, calladita… Era feo”, agregan.
“Fue una decisión fuerte y nos pareció que había que tomarla”, cuenta el padre y dice que los mensajitos de los chicos ayudaban en la diaria. “Te amo para siempre, mami, aunque este coronavirus me deja con la boca cerrada y una sonrisa al revés”, decía el nene. Y enseguida llegaba la respuesta maternal o paternal, sin rutina ni horarios. Se apilaban las frases como “te extraño; te amo; ya vamos a estar juntos; falta menos; te mandamos besos y abrazos…”
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