El exjefe de bomberos que salvó milagrosamente su vida tras quedar debajo de los escombros en la tragedia de Barracas, Luis Díaz Gauna, aseguró que “las cicatrices que más duelen son las del alma” por las vidas perdidas.
Sin embargo, también reclama por la falta de justicia evidenciada en que “a ocho años no hay ni acusados” por el hecho, lo que pega como “un mazazo”.
Díaz Gauna nunca lo amenazaron, pero no duda en describir como “un acto mafioso”, con claro objetivo amedrentador, la vandalización del santuario acontecido a días de un nuevo aniversario de la tragedia.
“Uno se va a bañar y se ve las cicatrices en el cuerpo, pero cuando te vas a dormir volvés sobre las cicatrices del alma, las que quedaron por los chicos que ya no están, por el dolor de los familiares, por la negligencia, impericia e inobservancia de la Justicia. Esas son las que no se ven y las que más duelen”, expresó este comisario retirado de 60 años.
“Los 5 de febrero son como un mazazo en la cabeza, sobre todo por la gran injusticia. Se cumplen ocho años (del incendio) y no hay nada, nadie está acusado”, agregó.
La explicación, con tono de obviedad, es que “hay muchos intereses creados” porque “ahí se lavó de todo”, en referencia a la documentación que guardaban allí muchas empresas que estaban siendo investigadas por delitos económicos, y reconoce que tiene que haber habido una cadena de complicidades para perpetrarlo primero y ocultarlo después.
“Nosotros salimos ese día a laburar como cualquiera sin saber que íbamos a una trampa mortal. Y no entiendo cómo a esta altura no hay alguien que se arrepienta, que no pueda vivir más con lo que sabe y diga las cosas como fueron. No tienen corazón. Y encima tenés que escuchar a los abogados de Iron Mountain decir que los bomberos murieron por negligentes”, sostuvo.
Las pericias mostraron que fue totalmente sorpresivo porque cuando las columnas metálicas que soportaban el techo se doblan, le pegan a la pared -que era una cáscara- y la empujan hacia afuera.
En el 99,9% de los casos las paredes se caen hacia adentro, porque al desplomarse primero el techo, siempre arrastra las paredes. Por eso siempre fueron nuestro escudo protector, pero en este caso fue diferente.
Según el sobreviviente “fue intencional, de acá a Luján. Las pericias demostraron que hubo cuatro focos diferentes cuando en un incendio accidental tenés uno solo. Además, es imposible que hubiera la cantidad de fuego que había a tan poco tiempo de declarado el incendio, a no ser que hubiera habido algún acelerante. Cuando llegamos tendría que haber estado en su estado primigenio y no en el estado avanzado que estaba. Eso era una nube de fuego.”
La bomba de incendio (que alimentaba los aspersores) la habían mandado a arreglar, justo en ese momento. A la gente que trabajaba ahí le dijeron que saquen sus cosas de valor porque iban a fumigar. Asimismo antes de éste hubo seis incendios de depósitos de Iron Mountain en diferentes países y después del de Barracas no hubo ninguno más.