Marcelo nos espera entusiasmado en la puerta de su casa. Es relativamente nuevo en esta cosa del arte y le gusta mostrar sus piezas. No son muchas pero se hacen ver en su pequeño taller, montado al fondo de su casa de la calle Udaondo. El arte se respira, se manifiesta y se luce en cada una de sus obras. Son elaboradas con chapas, hierros, alambres, maderas y chatarra de todo tipo. El Diego va apareciendo entre restos retorcidos. Muestra sus fuertes piernas en la jugada del gol en México 86, y su torso que aún no tiene la camiseta con el número 10.
Marcelo Quinteros es Profesor de Educación Física y, desde adolescente, ve arte en cada material que está es desuso. Es como un mago que va armando y desarmando estructuras con los materiales reciclados que trae de un viejo taller de Tapalqué, su ciudad, su lugar en el mundo. Desde muy joven comenzó a soldar mientras concurría a la escuela Técnica, donde aprendió lo básico. Hace unos años decidió hacer algo con esa pasión. Así comenzaron a aparecer las primeras creaciones que hoy lo consagran como un escultor de la chatarra.
Se declara amante de la cerámica desde muy pequeño, pero revela que en el hierro, la chapa y la chatarra encontró un mundo fascinante. Dice que a pesar de ser materiales rígidos y fríos, necesitan de la imaginación y las manos para transformarse en objetos cálidos, capaces de transformarse en piezas que no precisan ser explicadas porque parecen tener alma y vida. Cada chapa, engranaje, pieza van surgiendo de su imaginación como un rompecabezas. “Es un desafío para resolver”, dice. Tras horas y horas se toma el tiempo necesario para imaginar la dimensión de su obra, si será o no un animal, una figura humana. “Siento gran satisfacción cuando termino una obra, es como una alegría total”.
El patio está ocupado por un caballo gigante, imponente. La cabeza, la musculatura, la actitud son casi perfectas. Dan ganas de acariciarlo y pedirle un trote. “Veo la transformación a medida que voy trabajando. Muchas veces empiezo una escultura con una idea, pero tengo que cambiar radicalmente el rumbo, cortar porque algo no me gusta y volver a empezar. Ese proceso que se repite también es el camino que recorro y es lo más atrapante. Cortar y soldar nuevamente. De eso se trata. Ensayo y error. Lo importante es ajustar el ojo, ese no te traiciona, tenés que hacerle caso”, cuenta
Un cuerpo de mujer detenta sus alambres de púa, se llama Afrodita Siglo XXI. “Nació en mi cabeza una tarde en la cual se habían producido muchos casos de femicidios lo cual me moviliza mucho porque tengo tres hijas. Pero además, me cuesta entender como hay personas que se creen con el derecho de arrebatarle la vida a otro. Lo primero que pensé cuando comencé la obra es en que la misma piel se pudiera defender de un agresor. En ese material encontré la respuesta. Me costó mucho manipular este material porque se me iba incrustando en las manos. Pero finalmente lo logré con ayuda de mucha gente tal como lo imaginé y luego la expuse en varios lugares”, relata.
Los tapalquenses lo acompañan en su emprendimiento y le acercan permanentemente elementos “para que los use en sus trabajos”. A veces le tocan el timbre y otras se los dejan en la puerta de su casa.
Marcelo ama su ciudad y piensa que ahora con las Termas de Tapalqué, el pueblo va a crecer y muchos. Hace poco fue convocado para exponer tres de sus obras en el Palacio Barolo para La Noche de los Museos. “Eso me puso muy contento porque mucha gente vio mi trabajo”.