A pocas cuadras de Caminito y de Vuelta de Rocha, en el corazón de La Boca, se derrumba la casa de Juan de Dios Filiberto, quien fuera vecino del barrio y eximio tanguero.
Una ley ordenaba su expropiación por parte del Estado local y la construcción de un museo, pero los plazos se vencieron.
El 19 de abril de 2007, la propiedad de Magallanes 1140 fue declarada mediante Ley 2.310, de utilidad pública y sujeta a expropiación, para evitar su inminente remate, ya que sus propietarios, nietos del músico, no podían pagar la hipoteca del inmueble, solicitada en 1995 y llevada a juicio, por la deuda, en el 99.
Y como si eso no hubiera alcanzado para eludir el futuro de desidia, en 2009 la Legislatura la declaró Monumento Histórico mediante la Ley 2.907 (ya en el 96 el entonces Concejo Deliberante la había nombrado sitio de interés cultural). De esa forma, legalmente, la casa no puede demolerse.
Pero como los plazos que establecía la Ley 2.310 para la expropiación del inmueble por parte del Estado porteño caducaron a los tres años de su sanción, el 1 de diciembre de 2011 el parlamento local votó, por unanimidad, una prórroga de los tiempos: quedaban, así, unos tres años más para que el Gobierno de la Ciudad resolviera de una vez por todas la adquisición de la vieja casona, que es lo que pretenden los vecinos y varias asociaciones de la ribera, como República de La Boca, porque allí quieren un museo para promover la obra del músico que da nombre a la orquesta nacional de música argentina.
La ley de 2007 había establecido que el inmueble sería destinado al Ministerio de Cultura porteño para la creación del Museo Casa Juan de Dios Filiberto “con el objetivo de reunir, conservar, ordenar, documentar, investigar, difundir, interpretar, comunicar y exhibir el patrimonio relativo al mencionado autor, su vida y su obra, así como también los testimonios de su época y de su ámbito de actuación”.
En su artículo tercero, norma señalaba que la determinación del precio de la casa se haría de acuerdo a una tasación del Banco Ciudad, mediante el siguiente procedimiento: una vez fijado el valor por la entidad bancaria, los dueños del inmueble debían aceptarlo o bien, en caso de estar en desacuerdo, el GCBA tenía que iniciar un juicio de expropiación, para que el Poder Judicial estableciera el precio a pagarse.
Este juicio, precisamente, debía iniciarse antes de que transcurrieran tres años desde la aprobación de la expropiación, ya que, de no ser así, la ley quedaba sin efecto.
El tiempo pasó y la ley quedó sin efecto en mayo de 2010.
Cuentan los vecinos de La Boca, como Rubén Granara Insúa, presidente de República de La Boca y director de la Fundación Museo Histórico de La Boca, que no se inició el proceso judicial de expropiación que determinase el valor de la casa de Magallanes 1140. Como sea, comentan indignados, hubo mucha inacción estatal.
En ese momento la casa de Juan de Dios Filiberto empezó a acaparar líneas en los diarios y minutos de micrófono y pantalla.
Pero, como casi siempre pasa, pasó el momento mediático y el problema siguió ahí. Y la casa, derruida.
Se reclamó, así las cosas, una nueva ley que prorrogara los plazos de la expropiación. De ese modo, en abril de 2011, el entonces legislador socialista Julián D’Angelo presentó un proyecto de ley en ese sentido.
Entonces, en diciembre de 2011, se votó una nueva norma (fue la 4.044), extendiendo los plazos por tres años para que el Ejecutivo porteño hiciera suya la propiedad y le diera el destino original, que era ser un enclave cultural.
Un mes más tarde distintas entidades nucleadas en la Red de Turismo Sostenible de La Boca y Barracas realizaron un festival en la plaza Solís, delimitada por las calles Suárez, Gaboto, Olavarría y Ministro Brin, a pocos metros del Riachuelo, en el que participaron murgas y comparsas, como Los Pibes de Don Bosco, Los Amantes de La Boca, la agrupación humorístico-musical Los Linyeras, la Agrupación de Candombe Lakerere y el grupo de tango El Quinteto Negro de La Boca.
Su intención y la de los vecinos boquenses era visibilizar la cuestión y, sobre todo, exigirle al Gobierno porteño que la casa en la que vivió Juan de Dios Filiberto fuera transformada en el esperado museo.
Pero sucede que el 4 de enero de 2012, mediante el Decreto 15/2012, el Jefe de Gobierno, Mauricio Macri, vetó la norma que prorrogaba el plazo para llevar a cabo la expropiación.
Como fundamento de la decisión, Macri señaló que había remitido “a la Legislatura un proyecto de ley por el que se propicia la derogación de la Ley 2.310”, aprobada en 2007. De hecho, el 22 de diciembre de 2011, Macri había enviado un proyecto a la Legislatura con el fin de dejar sin efecto esa norma. Allí se estipulaba que “el inmueble donde el célebre músico habitaba fue oportunamente declarado ‘Sitio de Interés Cultural’ por Ordenanza Nº 50.258, en el marco de la Ordenanza Nº 48.039.
Posteriormente, fue catalogado con nivel cautelar por sus valores testimoniales intrínsecos, mediante la sanción de la Ley 1.336, a fin de evitar su pérdida tanto material como patrimonial y, de esta manera, conservar el acervo cultural de la Ciudad”.
Y, además, agregaba: “En tal orden de ideas, deviene innecesaria la expropiación del inmueble en cuestión para la creación del Museo, puesto que ya se encuentra adecuadamente resguardada la preservación y memoria del legado cultural y patrimonial del autor”. Así de simple: que la casa se preserve sola y que la mano del tiempo su huella borre.
Por esos días, la cantante y legisladora porteña Susana Rinaldi, del Frente Progresista Popular, publicó una carta abierta al Jefe de Gobierno: “Es simplemente imposible entender este veto, aun desde esa visión tan suya de la cultura, esa que con crudeza expresó una vez más en el Festival de Cosquín, llamando al tango “la soja porteña”. Si el tango es una commodity a la que hay que sacarle rentabilidad, cómo explica esta infame quema de campos que supone destruir la casa de Juan de Dios Filiberto (…). Juan de Dios Filiberto, que tiene el privilegio de dar nombre a la Orquesta Nacional de Música Argentina impulsada por Eva Perón en 1948, fue el autor de obras tan recordadas como ‘Quejas de bandoneón’, ‘Caminito’, ‘Cuando llora la milonga’, ‘Clavel del aire’ o ‘El pañuelito’ (por citar unas pocas) y fue amigo personal de Benito Quinquela Martín, quien no solo pintó el frente de la casa de Filiberto, sino que le dio color a la barriada donde está el equipo de fútbol con el cual usted simpatiza”. Rinaldi encarnó una de las respuestas más expresivas y conmovedoras en una reacción teñida de rechazo.
El ex legislador D’Angelo, autor del proyecto vetado, también criticó la determinación del Jefe de Gobierno: “Fue realmente una sorpresa desagradable el veto. No solo porque fue una ley trabajada en comisión y consensuada con todos los bloques, surgida del permanente reclamo de las organizaciones barriales de La Boca, sino también porque el propio ministro de Cultura de la Ciudad había manifestado su apoyo a la expropiación en el marco del diseño de un futuro polo artístico y cultural en el barrio. Los argumentos expuestos en el veto no solo son pobres sino que además también son falaces, porque se refieren solo a la protección de la casa y el patrimonio, pero no mencionan la necesidad de contar con un museo de Filiberto en su última morada, objetivo primordial de la ley originaria. De todas formas tengo esperanzas de que la movilización de las organizaciones sociales y culturales de La Boca ayude a reflexionar al Jefe de Gobierno y logre una confirmación de la ley por parte de la Legislatura que la votó unánimemente”.
Granara Insúa, pleno de indignación, aseguraba por esos días al periódico barrial de La Boca, Conexión 2000: “Las instituciones boquenses ven como un hecho inadmisible, incalificable el veto a la prórroga para la expropiación de la casa de Juan de Dios Filiberto. Resulta inadmisible no solo el veto, sino los argumentos usados para ello, que son una agravio a la cultura del barrio”.
La casa que habitó Filiberto desde 1932 hasta su fallecimiento, en 1964, enfrente a la plaza Matheu, es de estilo colonial y tiene dos pisos. Fue proyectada por el arquitecto Eduardo Eiriz Maglione, y aún muestra en su fachada un mural de 16 metros y cemento policromado realizado por Constantino Juste sobre un boceto de Benito Quinquela Martín, que ilustra escenas vinculadas con la música popular: la gente de La Boca, el organito, el puerto a la vera del Riachuelo.
Sobre el arco del gran portón de madera de la casa (que hoy está tapiada) podía observarse un relieve escultórico de Agustín Riganelli y Luis Perlotti y también mosaicos de Nani. “Esta casa algún día será un museo, porque el proyecto ya está, yo ya no estaré”, dicen que dijo el maestro.
El pasado 15 de abril la casa estuvo nuevamente por ser rematada pero a último momento el accionar vecinal lo impidió. Mientras, recolectan firmas a través de www.change.org para solicitarles a las autoridades tanto porteñas como nacionales que el Estado compre la vieja casona. Por ahora, todo indica que no habrá museo y que si la gestión Macri no toma cartas en el asunto la casa: “una sombra ya pronto será”.