Unos 77 mil llamados por auxilio a la línea gratuita 137 en los siete años de existencia del programa “Víctimas contra las Violencias” en la Ciudad de Buenos Aires indican haber creado la conciencia social de que los golpes contra mujeres y chicos no son un problema privado.
Mercedes, Mariana, Patricia y Karina cubren un turno de atención de llamados que ingresan permanentemente, durante el lapso de tiempo en que conversó con las personas de apoyo psicológico, contención y resolución de ayuda.
“Están ingresando permanentemente llamadas al 137, la mayoría son casos de violencia, algunos necesitan asesoramiento, otros ameritan el desplazamiento del equipo móvil de la Brigada“, formada por psicólogas y trabajadoras sociales acompañadas por dos suboficiales de la Policía Federal, contó una de las expertas.
La dinámica habitual en el centro de llamadas es atender el caso, entender de qué se trata y decidir si se desplaza o no al equipo móvil de sede norte o sede sur.
Si el llamado proviene de una comisaría, se despliega un protocolo de asistencia a la víctima desde el momento en que debe hacer la declaración para formalizar la denuncia; si es de un domicilio particular, cuentan con un programa en la computadora que dice a qué comisaría corresponde territorialmente.
Ante un llamado, “un historial establece si ya consultó al servicio en otras oportunidades, lo que implica un número de caso y un breve registro para seguir la evolución y no tener que repetir preguntas a la víctima“, cuenta Mercedes.
En el instante en que estuvo Télam, ingresó al 137 el llamado desde un hospital que atendía a una mujer por lesiones hechas por su pareja y, al entrar al sistema, el “caso” ya tenía registros en el historial, con tres visitas hechas por el equipo.
Karina contó que “se contiene a quien llama hasta que llega el equipo sin cortar el vínculo telefónico, porque muchas veces las situaciones son muy peligrosas y no hay que dejar a la víctima sola“ hasta que es asistida presencialmente.
El centro de llamadas cuenta con un espacio de “cuidado a los cuidadores”, porque la variedad de llamados angustiosos y la consiguiente creatividad que debe ser desplegada por la operadora telefónica pueden dejar exhausto al más estoico.
Se desgranan historias como la del “agresor del palier”, en la que un hombre que había agredido en el dormitorio a su esposa, con tres chicos en la casa, a las tres de la mañana, se queda bloqueando la entrada al departamento para impedir que ella se escape.
La mujer llama desde su celular al 137 para decir que no puede salir, que los chicos están asustados, encerrados en el baño.
“Y aquí vale la imaginación de las colegas -dice la psicóloga Eva Giberti-, porque con los libros solos no basta: hay que estar acá…”.
Le telefonista le dice que envuelva con una pañoleta las llaves y se las tire desde el balcón a un patrullero que va a ser convocado al departamento, al que también llegará el equipo de asistencia.
Los policías tocan el timbre del portero, que iría a oficiar de testigo, suben al ascensor con una persona del equipo y llegan al tercer piso donde está el señor dormitando, hacen un acta e ingresa el equipo para acompañar a la mujer a hacer la denuncia.