Lo fundaron para jugar al fútbol y luego abrieron una sede cultural con biblioteca y talleres. Caballos, curtiembres y cañadones. Sesenta años atrás, Monte Castro tenía aires camperos, recuerdan sus vecinos. Fue en uno de sus descampados donde se levantó la sede del club Cervantes como lugar de encuentro del barrio para fiestas y deporte.
