Revocatoria

El acompañamiento de la iniciativa por el 20 por ciento de los inscriptos en el padrón electoral, obliga al Tribunal Superior a convocar el referéndum en 90 días.

La novedad se conoció el viernes de la semana pasada. Seguramente, debe haber llegado antes a oídos del Jefe de Gobierno. No habrá sido Macri el sorprendido por la noticia de la puesta en marcha del mecanismo de revocatoria. Tampoco se habrá preocupado demasiado.

A esta altura del partido, la movida corre riesgo de volverse abstracta. Macri termina su segundo período en diciembre de 2015 y no puede renovar, a menos que se modifique la Constitución local, ni quiere hacerlo. Está lanzado a competir en las presidenciales nacionales.

Es cierto que si pierde un referéndum revocatorio en el distrito que lo vio nacer políticamente, su proyecto de llegar a la Rosada quedará archivado por largo tiempo. Pero no es fácil que ello ocurra. En principio, para que sea convocado, como anotamos más arriba, deben adherirse a la petición el veinte por ciento de los empadronados. La normativa da un plazo extenso para reunir las adhesiones: doce meses. Pero si ese lapso se utiliza en esta ocasión, un eventual referéndum podría realizarse recién a mediados del 2015, cuando restarán pocos meses para la salida del gobierno de Macri. No tendría mucho sentido político votar para que cese antes.

Así las cosas, quienes animen la movida deberían apurarse para concretarla en el 2014. Medio millón de porteños firmando y anotando su número de documento y dirección electoral en una planilla es mucha gente, máxime considerando que no todos los que viven entre nosotros forman parte del registro electoral de la Ciudad y que otros tantos, que si votan aquí, viven en realidad en el conurbano.

Pero dando por cumplido ese paso previo, luego debería esperarse el resultado de la votación. Macri nunca ganó en primera instancia. Arrimó al cincuenta por ciento, pero no lo alcanzó. Y en esta elección especial no hay segunda vuelta. ¿Quiénes podrían interesarse en derrotarlo? Una lectura rápida diría que todos sus opositores, que los tiene y muchos. Algunos, para sacarlo de la competencia nacional.
Otros, para posicionarse en dirección de reemplazarlo en Bolívar 1.

Pero, una lectura más fina, arroja un resultado paradojal. A casi nadie entre sus opositores le conviene políticamente que no pueda anotarse en la carrera presidencial. Macri disputa su territorio electoral con el emergente Sergio Massa. Que esa cosecha se divida entre dos le resulta útil, por lo pronto, al espacio que se articula alrededor del radicalismo y del socialismo, que en la Ciudad expresa UNEN.
Así se afirmaría como segunda fuerza nacional. Tampoco el peronismo lo vería con desagrado. Un escenario semejante mejoraría las chances de cualquiera de sus candidatos. Que la derecha tenga un voto repartido afianzaría también su capacidad de ser primera minoría.

De esto podría concluirse que no habrá estímulo desde las conducciones partidarias respectivas para alentar el esfuerzo de movilización que supone reunir efectivamente las voluntades requeridas por la cláusula constitucional. Al margen de eso, ¿pueden lograr la meta de las firmas los espacios movilizados en contra de la las políticas implementadas por la gestión macrista, sin contar con algún soporte partidario? No parece fácil por las magnitudes en juego, los niveles de desarticulación existentes y menos, con plazos abreviados.

Este cálculo debe haber estado presente en el momento que los integrantes del Tribunal resolvieron dar el paso de allanarse a la demanda presentada por cinco vecinos. También habrá estado en la cabeza de los dirigentes del macrismo, que asumieron esa resolución con indiferencia.
La bola está rodando. Cada quien hará sus apuestas. Pero es de imaginar que no será esta valla la que trabe el futuro político de Mauricio Macri.

Lic. Gerardo Codina