Coronavirus y hacinamiento

Esta semana se dio un segundo caso de Covid-19 en la Villa 31. Cómo circula el virus en los barrios más pobres de la Ciudad.
Una mujer de 36 años dio positivo para Covid-19 y se estima que mantuvo contacto directo con el primer caso detectado hace unos días. Como resultado, la paciente fue trasladada del Centro de Salud y Acción Comunitarios (CeSAC) N° 21 a una Unidad Febril de Urgencia de un hospital porteño,
Según se indicaron organizaciones del barrio, se trata de “una mujer de 36 años, asmática, desempleada y con problemas renales: segunda vecina ya diagnosticada y todavía no aislaron ni siquiera a las doce personas que compartían el baño con la primera contagiada” cuyo caso se había detectado el viernes y recién se dio a conocer este lunes.

Como consecuencia,las denuncias del abandono a la población de estos barrios carenciados, no se hicieron esperar, desde organizaciones barriales, territoriales, de desocupados hasta de partidos políticos de la oposición.
La primer contagiada, desde el Hospital Vélez Sarsfield donde se recupera, daba cuenta de la riesgosa situación habitacional y sanitaria del barrio con una carta publicada por La Graganta poderosa, titulada: “Compartimos un baño para 13 personas. Y sí: ahora tengo coronavirus”
La mujer advierte, en esta carta desgaradora, que desea mantener su identidad en el anonimato debido a que “hay una inmensa paranoia en los barrios, y también mucha falta de información, que se traduce en miedos o amenazas”. Su situación es sumamente de riesgo “tengo 43 años y vivo en una pieza de 3 metros cuadrados con mi padre y madre diabética, que tienen 85 y 84 años”. El hacinamiento es la regla en el barrio, ella y sus padres conviven junto a otras 13 personas en un piso en el que comparten un solo baño por ejemplo. “¿Cómo podríamos entonces cumplir con las normas de prevención?” se pregunta.

Asimismo, la misiva muestra la dificultad para conseguir elementos de higiene y protección: “Traté de conseguir alcohol más de una vez, pero escasea y cuando lo conseguimos, vale oro. ¿Quién no quiere cuidarse? Yo me corté dos remeras para usarlas de tapabocas, porque no puedo comprar barbijos, necesito esa plata para comer”.

Si bien cuenta que ya no tiene fiebre y está mejorando su estado, lejos está de superar la situación: “hoy mi mayor impotencia pasa por no poder ayudar a mi familia que depende íntegramente de mí. Si bien estoy desempleada hago los trabajos que nuestro hogar demanda todos los días”. Además alerta que no ha recibido la ayuda alimentaria que iba a hacerle llegar la Secretaría de Integración Social y Urbana del GCBA; y que tampoco han testeado a su padre y madre con quienes convive.